Posted by : Pablo Buydid viernes, 26 de febrero de 2010

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Estos días estoy retomando mis actividades como docente. Elecciones de horas, preparar material previo para comienzo de clases, reuniones de coordinación preliminares, ajustes de horario y demás. Todo el ambiente nos lleva a prepararnos para un nuevo año de clases.


Esta tarde repasaba algunas notas en un libro de Charles Handy: La organización por dentro, y en uno de sus capítulos presenta un capítulo titulado "La rosquilla invertida". Me hizo recordar algunas conversaciones con compañeros docentes, y traté de sacar partido de todo esto. No faltan los colegas que exponen sus problemas para "controlar" y dirigir una clase, temas de disciplina y actitud de trabajo de los estudiantes.


Suelo trabajar con estudiantes que se inician en secundaria (primero y segundo año), un nivel que de por sí suele ser difícil encauzar, por el cambio de ambiente, temores, y todo lo que les rodea. Lamentablemente, a veces no sabemos cómo encarar esta situación, y se suele ir de frente contra los estudiantes. Justamente, algo que cita el capítulo de Charles Handy que mencioné antes, cita la experiencia en el sistema educativo británico, en el que en la década de los 80 los docentes se quejaban de un tema similar. Luego de algunos estudios se concluyó que el problema se solucionaba rápidamente haciendo un cambio de actitud de parte del profesor: destacar la buena actitud, un buen trabajo, un buen gesto del estudiante, e ignorar la mala conducta. Aplicar esa premisa logró "poner de moda la buena conducta" en tan solo tres semanas.


He comprobado la experiencia en mi propio caso. Todos los años me encuentro con estudiantes que se resiten a "colaborar" en clase, o que no se desempeñan correctamente. Incluso estudiantes con serios problemas que les impide rendir correctamente sus estudios. Mimarlos (como sugiere Ch. Handy) logra excelentes resultados en poco tiempo. Y lo comparo con resultados en clase (se logra un ambiente más apacible), con rendimiento en tareas (los alumnos se esfuerzan por ser creativos) y a fin de año (pocos estudiantes van a exámen por bajo rendimiento).


Es el docente el encargado de lograr un buen ambiente en clase, y se logra con cosas sencillas. Aunque en la realidad no somos amigos de cada uno de los estudiantes, gestos amistosos, palabras de encomio, destacar un buen trabajo (por muy sencillo que parezca) hace que el estudiante saque lo mejor de sí la próxima vez. Mientras logramos eso podemos ignorar en una medida razonable su conducta, ya habrá tiempo para pedirle que mejore en esa actitud luego de ganar un terreno común. El docente también es el encargado de aplicar el ejemplo. El libro que mencioné no es un manual de docentes, más bien trata de organizaciones en general. Pero contiene muchos consejos para toda actividad. Algo que he aprendido es que nuestro entorno se moldea a la actitud general de quien dirije la empresa. En el caso de un salón de clases ocurre lo mismo: los estudiantes terminan siendo un reflejo de lo que ven o se les permite alrededor. Una buena influencia les ayudará a lograr un año excelente, y muchos de ellos justamente necesitan un buen referente, no quien les acuse.


En fin, se acercan las clases, y aunque hay clases que son un desafío (como todas los empleos), es una gran satisfacción lograr objetivos, siendo abiertos a nuevas tendencias, o buenas cualidades.




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Sobre mi...

Mi nombre es Pablo Buydid. Soy profesor de informática en primaria y secundaria.

Trabajo en los colegios Biarritz de Maldonado, y Galileo Galilei de Piriápolis, además de liceos públicos.

Pueden encontrar más información sobre mi trabajo en mi página personal: www.pablobuydid.com

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