Pablo Buydid:
notas abiertas

Hoy temprano, una estudiante se me acercó para comentarme lo dolida que se sentía de haber contemplado imágenes de niños palestinos muertos durante el presente conflicto entre Israel y Gaza. Me explicó su sentir, la profunda impresión que eso le causó.

Me hizo pensar en la sensibildad de nuestros jóvenes, a pesar de que algunos sienten una atracción por situaciones violentas, muchos aun se sensibilizan ante cuadros inhumanos como el comentado por la estudiante. Es cierto que en nuestro pequeño país no contemplamos en carne propia situaciones semejantes, pero nos enfrentamos a otras tan desgarrantes como la guerra. No son pocas las noticias sobre explotación sexual infantil, violencia doméstica y de género, trabajo infantil y todo lo que a su alrededor plaga a nuestras familias. Y el dolor en uno al contemplarlo en reiteradas ocasiones es muy profundo.

Cuando tengo la oportunidad de mirar a la cara a mis estudiantes, muchas veces brota en mi pensar que posiblemente tengamos una cuota de esperanza para transmitirles. Días atrás conversaba con un grupo que serán mis alumnos solo por unos meses más, sobre el plantearse metas, mirar adelante, forjar un futuro. E hicimos hincapié en salvar obstáculos. Muchos de estos son personales (hiperactividad, dislexia, falta de concentración, poco gusto por una materia), pero otros son ajenos a su voluntad: crisis familiares, familias divididas, violencia, depresión, etc. Todas esas tienen la posibilidad de destruirnos, pero también pueden ser un trampolín para crecer, para salir adelante, para ganar fortalezas a partir de  nuestras debilidades.

En la historia sobran ejemplos de personajes que fueron gigantes en su campo, a pesar de desafíos que intimitarían a cualquiera. Y trabajamos con esos ejemplos.

Siempre será un gran placer en mi vida, ver pasar los años y encontrarme con estudiantes que pasaron por mis aulas, contándome que construyeron una vida, a pesar de todo.